
La autocompasión es una de esas cosas que deberían enseñarnos en el colegio, pero que oímos hablar de ella por primera vez cuando vamos a una consulta psicológica. Y eso si tienes suerte de ir a una consulta de ese tipo.
Cuando hablo de autocompasión no me refiero a acariciarte la espalda mentalmente, como si fueras un animalillo desvalido y decirte a ti misma «pobrecita de mí, qué cruel es el mundo conmigo».
Eso tiene otro nombre, se llama «victimismo», y no lo necesitas. No te lleva a ningún sitio, y te corta las alas. Aquí estamos para que nuestras alas sean las más grandes y hermosas que hayamos visto nunca.
Los meses previos a publicar mi primera novela «Amor a primera viña» recuerdo que mi inseguridad era brutal. Tropecé con problemas en todas las fases de autopublicación y llegó un punto en el que ya no sabía qué estaba haciendo, si iba bien, mal o estaba en una realidad paralela, conectada a Matrix o en un universo paralelo de Marvel.
¿Qué puede ocurrir en esos casos? Que si no tienes autocompasión por ti misma acabas tirando la toalla porque estás absolutamente sola frente al peligro.
Pero no adelantemos acontecimientos.
Qué es la autocompasión
Como ya he mencionado, no tiene nada que ver con repetirnos lo mal que está todo fuera y pobrecitas de nosotras, que se nos pone todo de culo.
La autocompasión es tratarnos con la misma vara de medir que a los demás. Tratarte a ti misma con amabilidad, con comprensión, detectar esas exigencias que están por encima de lo sano y saber perdonarte.
Me explico.
A veces podemos confundir el reírnos de nosotras mismas con tratarnos con crueldad. Nos decimos cosas muy duras y no somos conscientes porque las teñimos de humor y no entendemos el daño que nos estamos haciendo.
Nos autoexigimos una perfección que no es más que una fantasía. Siempre está bien que quieras dar lo mejor de ti, pero de ahí a querer alcanzar un imposible…
Por qué es tan importante la autocompasión

Tenemos un cerebro con una plasticidad brutal. Resulta que si tú lo acostumbras a hablarte mal sus pliegues (esto me dejó toa loca) cambian y provocan que cada vez te sea más fácil hablarte mal.
Es decir, que el cerebro cambia físicamente y se pone en modo «cabronssete» para repetirte en bucle las cosas chungas que te dices. Se comporta de igual manera cuando te ahogas en el negativismo, que entonces es incapaz de ver nada positivo por sí mismo.
Siento la clase de ciencia, pero es que me encantinfla tanto que cada vez que puedo explicarlo lo hago.
Y es por eso que es tan importante entrenar a tu cerebro en el positivismo, en hablarte bien, en la amabilidad, en dejar fluir. Porque nos va a permitir ser más felices.
Cómo lograr esa autocompasión
Ya sé lo que me vas a decir, que la teoría es maravillosa, que ponerlo en práctica ya, es otro cantar (del mío Cid).
Lo sé, que yo lucho con ello cada día de mi vida.
Me digo cosas terribles, y si mi novela tiene una crítica mala de doscientas buenas, seguro que me quedo con la mala, porque mi autoexigencia es gustar a todo el mundo.
Peeeero… hay truquillos que pueden ayudarte a la hora de conseguir ser más amable contigo.
Los que me conocéis sabéis que a payasa no me gana nadie, que siempre estoy con mis tonterías y chascarrillos, como si fuera la típica repetidora de clase que solo va a decir absurdeces a las aulas. (¿Notas la crueldad? Yo nunca diría esto de otra persona).
El problema es que me hablaba a mí misma fatal (vale, todavía lo hago, estoy en ello), pero como era en clave de humor, todo estaba bien.
Pero una vez, me di cuenta de que si eso que me acababa de decir sería incapaz de decírselo a mi mejor amiga, era una señal inequívoca de que estaba siendo cruel conmigo misma y no divertida.
Nunca le diría a mi mejor amiga que si se caía por una cuesta llegaría a casa rodando de lo gorda que está.
Nunca le diría a mi mejor amiga que su libro es una mierda.
Nunca le diría a nadie tantas cosas que me digo a mí misma, que me doy cuenta de lo mala autoamiga que soy. Y eso no se puede permitir, porque estoy conmigo 24 horas al día 365 días al año.
Es como tener a alguien viviendo en tu cabeza cuya única motivación se basa en hacerte bullying.
¿Te das cuenta de la magnitud del problema?
Conclusión
Repite conmigo:
«Mi libro no es una mierda. Lo he hecho lo mejor que he podido. Los siguientes serán mejores».
En serio, tu libro (publicado o no) es maravilloso solo por el hecho de existir. Deja de insultarlo, deja de pedir que sea perfecto. No tienes nada que demostrar a nadie, siempre habrá alguien a quien le guste, a quien le aportes algo que necesita.
Y recuerda, sé tu mejor amiga y háblate como le hablarías a ella.
Verás cómo empiezas a sentirte mejor en tu propia piel.
2 comentarios en «Cómo ser escritora y no morir en el intento Vol. II: Autocompasión»
Así es, preciosa.
Estoy completamente de acuerdo con lo que dices.
Que falta nos hace tratarnos bien. O mejor.
Ese es el camino.
Buenas, Cris.
Nos hace falta y lo sencillo que es olvidarlo. Seguiremos trabajando en ello.
¡Gracias por pasarte!