
Ser escritora no es fácil, pero estoy segura de que tampoco se escoge.
Sí se escoge el tipo de escritora que quieres ser: si quieres ser de las que publican o de las que guardan sus textos en un cajón, de las buenas o las no tan buenas, de las que escriben para sí mismas o para sus personas conocidas… Las opciones son ilimitadas, pero ser escritora no se fuerza: se es o no se es.
Yo lo soy, desde muy jovencita. Lo era ya de adolescente cuando escribía fanfics y gané premios literarios en el instituto.
Abro inciso para explicar una vivécdota (como dicen Andreu Buenafuente y Berto Romero) que se me acaba de desbloquear. Uno de los premios era un vale para gastar en una librería. ¡Qué feliz fui con aquella montaña de libros todos para mí! Creo que nunca más he vuelto a llevar tantos libros encima a la vez. Cierro anééééééécdota (como dicen en Tu cara me suena).
Otra cosa es ser escritora de profesión. Para eso se necesita algo más que tener vocación.
¿Qué se estudia para ser escritora?
Tienes opciones como Filología o Humanidades, que son carreras dedicadas al lenguaje, o periodismo, que también está muy ligada a escribir, pero no hay de momento ninguna carrera en la que puedas aprender a «ser escritora» como tal y en la que te enseñen cómo escribir un libro, lo que debes tener en cuenta al narrar una novela, cómo confeccionar una escaleta o cómo encontrar la voz narradora.
Todo eso se aprende leyendo mucho y apuntándote a cursos no reglados. Sin embargo, no todos los cursos valen, hay que encontrar ese uno entre un millón.
Este punto es importante, porque el objetivo de la formación es que mejoremos como escritoras. Y ya no solo debemos mejorar en ese aspecto, sino en cómo manejar todo lo que rodea a la profesión: promocionar las novelas, saber cómo se autopublica y/o entender cómo ofrecernos a una editorial tradicional.
Trabajar la creatividad
A todas nos traiciona el subconsciente o, incluso, llegamos a conceptos que ya se han ejecutado y sin tener la menor idea de cómo o por qué.
Por ejemplo, la tercera novela que estoy intentando escribir tuvo un planteamiento inicial que ha ido mutando sin saber cómo. Cuando hablé por primera vez con alguien sobre esta novela le expliqué la premisa: chica y chico, amigos de toda la vida conviven juntos y ella, asesorada por él, se cita con hombres a través de una aplicación de citas. Él se va dando cuenta de que está enamorado de ella mientras ella se da cuenta de que le busca a él en todos los demás y por eso nunca cuaja.
¿Te suena?
Es la premisa de Las 27 citas de Charlotte May de Abril Camino y juro que no he leído esa novela. Ni siquiera la sinopsis, así que llegué a esa premisa sola, y sin embargo era igualita que la de Abril. Por suerte, en el podcast de La Tribu de la Romántica, alguna de las chicas explicó de qué iba esa novela y me quedé muerta. Menos mal que ya había mutado tanto mi idea que no existía el tema de las citas por app ni nada de lo que se asemejara.
No obstante, es curioso cómo llegamos a veces a las mismas ideas.
Deberías manejar el idioma
El inglés es un idioma muy básico. Mientras que en castellano tenemos un montón de sinónimos para escoger y decir lo mismo, en inglés la variedad es más bien escasa. Eso es bueno y malo a la vez.
Tener variedad es bueno porque nos permite jugar mucho con las palabras, escoger las que tengan mejor sonoridad que otras que significan lo mismo y conseguir, incluso, hacer música con la prosa. La parte mala es que tienes tantas opciones que es fácil equivocarse.
Y con manejar el idioma no me refiero a tener un léxico de la pera y usar palabras que tienes que buscar en el diccionario porque la última vez que se utilizó ese vocablo fue en 1704. Me refiero a conocer las normas, que las tiene y que no son pocas, y saber hacerlo sencillo y bonito a la vez. Es todo un reto, pero es gratificante cuando te felicitan por ello.
Organización para ser escritora
(Leer cantando) Para ser escritora de primera, o te organizas o te desesperas. Para ser escritora de segunda, cruza dedos para que te cunda.
No sigo, no sigo. Creo que ya entiendes el concepto.
Escribir para nosotras es algo necesario, sin embargo, cuando el trabajo nos agobia, cuando la familia nos requiere y cuando la casa se nos cae encima porque vivimos casi en la inmundicia, escribir se convierte en algo que hacemos en nuestro «tiempo libre».
¡Ja! ¡Tiempo libre a nuestra edad y en los tiempos que vivimos! Es entonces cuando nos damos cuenta de que priorizamos ganar dinero (trabajo nutricional), la faceta de madre y/o esposa, hija, hermana, tatatatarabuela y todas esas cosas que eres porque vives con gente y sueles quererla.
Como no nos morimos físicamente si dejamos de escribir, lo apartamos para cuando nos vaya mejor. Soy la primera, me declaro culpable.
Organizarse no es la panacea, yo hay semanas que ni haciendo Tetris con mi tiempo y actividades logro dedicar ni un minuto a la escritura, pero lo intento siempre y a veces lo consigo. Porque te puedes organizar, pero los días siguen teniendo 24 horas y de vez en cuando debes dormir. Puedes dedicar tiempo antes de irte a la cama, pero el cerebro da para lo que da. Hay días que es mejor descansar que forzar la máquina.
Lo que suele funcionar muy bien es bloquearse los tiempos. Google calendar es muy guay para eso, porque es como un mapa visual de las horas que dedicas a cada cosa y es ideal para encontrar esos huecos que tienes (si eres afortunada) y así poder dedicarlos a la escritura de esa obra de arte que tienes en mente.
Es una forma de ganar el tiempo que te hace perder la improvisación. Puede que a ti no te funcione, pero por probar, no pierdes nada.
Leer a quienes escriben mejor que tú
Para escribir bien hay que alimentarse bien literariamente hablando. Es importante beber de fuentes más grandes que tú y que lo hacen mejor, porque es la manera más inmediata de formarte.
No te digo que leas Don Quijote de la Mancha, aunque daño no te hará. Matarte de aburrimiento quizás sí. Pero hay dos formas de enriquecerse a través de las demás lecturas.
Lo que sigue a esta línea es una opinión personal, es mi experiencia.
Las lecturas publicadas por editorial me aportan aprendizaje sobre las estructuras que más se venden. Aunque confieso que últimamente no las entiendo mucho, porque he tenido que cerrar dos libros sin terminar y estaban publicados por editorial. Tostonacos de los guapos y yo preguntándome qué les vieron, porque si de todos lo que podían haber publicado esos eran los mejores, qué mal está el patio.
De las lecturas autopublicadas aprendo otras formas de escribir. Ahí no hay algo tan viciado como en las editoriales, me encuentro estructuras más libres, caóticas, más artísticas, menos encorsetadas. Y, al contrario que los libros publicados por editorial, he encontrado verdaderas joyas que podrían venderse como churros si tuvieran la oportunidad de encontrar una editorial que les apoyara.
Renovar y ampliar el léxico
No sé tú, pero si a mí me dieran un euro por cada palabra que olvido o por cada significado que borro de la mente, sería rica. Como soy más sencilla que una mesa, hablo igual que escribo y escribo igual que hablo. Y como en mi día a día no uso términos como «flagrante», «bonhomía» o «limerencia» pues las olvido, las palabras y sus significados.
Como consejo para ampliar tu vocabulario es que, cuando encuentres alguna palabra que te llama la atención en otra lectura que te gusta cómo suena, la anotes junto a su significado. Es decir: haz tu propio diccionario y tenlo siempre a mano para usarlo cuando escribas o corrijas.
A mí me encanta que la gente alabe que cuando me leen no necesitan el diccionario, pero tampoco hace falta escribir libros para adultos que podría entender una criatura de cinco años.
Corregir tus textos con quien te enseñe a ser escritora
Todas sabemos que hay personas que corrigen novelas de aquella forma y otras que corrigen como diosas. Procura trabajar con las segundas.
Hay personas que se molestan en corregirte y enseñarte. Te explican el porqué de cada una de sus correcciones, te aconsejan y te justifican sus motivos que siempre son de peso. Luego llegas tú (o yo) y hacemos lo que nos da la gana. Pero hay que admitir que profesionales como ellas hacen que los textos brillen más.
Esto es un dato contrastado con otros escritores y escritoras: se aprende un montón cuando corriges tu novela con alguien que te da explicaciones.
Paciencia, porque esto no es una ciencia cierta
La paciencia, o la traes de serie o la adquieres con el tiempo. Si no, morirás en el intento. No es una exageración, es un spoiler que te hago. Soy la persona más impaciente que existe sobre la faz de la Tierra. Sé de qué va.
Escribes y la novela te queda corta porque la quieres terminar ya. La corriges y la novela tiene erratas porque la has revisado con ansiedad. La promocionas y no tiene la repercusión que esperabas porque no te conoce ni el Tato y te creías que Instagram te iba a hacer el favor de mostrarte al mundo entero. Resultado: frustración.
La gente más experimentada te lo dirá: es una maratón, no un sprint. Es un trabajo de hormiguita que se debe hacer poco a poco. Ahora das el paso de currarte Instagram. Cuando lo tienes más o menos automatizado, te metes a hacer Amazon Ads. Cuando ya funciona eso, te metes con el blog. Y así hasta que acabas probando todo y quedándote con lo que te funciona. Porque eso no te lo puede decir nadie, solo lo puedes comprobar tú.
La paciencia te hará perseverar, que es de lo que va esta cosa de ser escritora. De intentarlo, de errar, de cambiar la táctica hasta acertar. Y cuando te equivocas aprendes qué no debes hacer nunca más. Es frustrante, pero hay algo adictivo en ello.
El siguiente punto no es una condición sine qua non, pero sería muy molón que nos lo exigiéramos de vez en cuando.
Salir de tu zona de confort
¿Cuántas novelas se publican al mes? ¿Las has contado? Es una cantidad que da friolera.
Y por eso no podemos quedarnos con las premisas de siempre: chico conoce chica, usar cuatro clichés y chimpún.
Creo que, ahora que publicar es más fácil gracias a la autopublicación, también tenemos el deber de buscar tramas, emplazamientos y temas que nos otorguen un poco de originalidad.
Voy a decir algo muy impopular con la intención, no de ofender, por supuesto, sino de hacer reflexionar: hay veces que el género de la romántica me satura porque contemplo los mismos patrones una y otra vez en novelas escritas por diferentes autoras. Es como leer el mismo libro cambiando los nombres de los personajes.
Con esto no quiero decir que debemos inventar ninguna rueda, las historias son todas iguales y los temas son básicos: amor, muerte, guerra, miedo al paso del tiempo y demás maravillosas preocupaciones humanas. Si a eso le sumamos que la romántica siempre acaba bien y que va sobre el amor, pues nos atan un poco las manos.
Pero lo que sí podemos hacer, incluso con las manos atadas, es darle una vuelta a las subtramas, a las motivaciones y a las formas. Ese es el reto para mi tercera novela, por eso me está costando tanto parirla, pequeña hijadelagranfruta.
Te suelto ya, que tendrás cosas más interesantes que hacer. Espero que este artículo te resulte provechoso. Si es así, déjame un comentario aquí abajo, y si te ha resultado inútil, también puedes escribirlo en el mismo sitio. Aquí hemos venido a debatir.
4 comentarios en «Ser escritora como forma de vida y profesión»
Ha sido como leer mis propios pensamientos. Y qué frustrante resulta darte cuenta del tiempo perdido por no haber buscado formación desde el principio. En fin. A lo hecho, pecho. Gracias, Bea.
Sí, pero por suerte esto no es como querer competir en los Juegos Olímpicos. No vamos tarde a ningún sitio, así que cualquier día es un buen día para empezar. Gracias por tu reflexión, hermosura 😘
Soy paciente, salgo de mi zona de confort, me corrige una diosa, leo a gente que escribe tan bien me dan ganas de llorar y borrar todo lo que escribo… El tema de la organización sí que lo llevo regulinchi, pero se intenta. De ahora a ser Rowling, casi nah 🤣
Paciencia, creo que eso es lo más importante para llegar a ser escritora de forma profesional (y no dejar el trabajo nutricional antes de tiempo). Intentarlo, aprender de los errores, mejorar y formarse, y seguir intentándolo.
Exacto. Es seguir intentándolo. Cesar Mallorquí dice que quienes escribimos somos cabezotas. Tal cual. Gracias por pasarte y por intentar ser la Rowling. El límite es el cielo 😉